miércoles, 2 de febrero de 2011

OYA YANZA (2 DE FEBRERO)


Es considerada el Oricha del río Níger, nació de Yemayá, y una de las tres esposas de Changó. Iyá mesam orun: “madre de los nueve oruns”. Es otra de las Orichas importantes en esta tierra.

Es la soberana de los vientos, la tempestad, la muerte, el remolino y las puertas del cementerio. Controla a los egúns, es decir, a los espíritus del mal que provocan perturbaciones físicas y psíquicas en las personas a las que subyugan. Tiene dominio sobre los espíritus inoportunos.

Carga el ebó (ofrenda o sacrificio animal hecho a un Oricha) en la cruz de los cementerios. Cuando se ha incorporado en sus hijos, éstos danzan con una de las manos en la cintura y con la otra extendida, con los dedos semiabiertos que oscilan para simular vientos y tempestades cuando agitan las hojas de los cocoteros, y pide su Eruke (Rabo de caballo) que con frecuencia coloca en su cabeza.


Según la leyenda, engañó a Obba Nani, la otra esposa de Changó, consiguiendo que ésta se cortara una oreja para hacerle una sopa a Chango, y así conquistarlo.

Sus colores es el rojo vino tinto, aun que se le adorne ciertas cosas con nueve colores. Sus insignias, la espada, la vaina del framboyán y el látigo de cola de caballo.

Sus comidas rituales: chiva, gallina, gallina de guinea, abará (pequeña albóndiga de caraota roja con cáscara envuelta en hoja de plátano) y unas caraotas bien guisadas con chorizo, morros y orejas de cerdo.

Su saludo ritual: Yekuajey Yanza!

Su número es el 9, el cual le da el titulo de Yansá o "Madre del Nueve", el cual ella gobierna a Egun o los muertos.

Ella representa el lapso o ligación entre los vivos y la muerte, (o ella es la muerte) y el aire que respiramos.

Es Ella que nos busca y nos lleva al cielo cuando dejemos de existir en esta tierra.

Ella es una Oricha de gran importancia, pues recuerden que mas temprano o mas tarde, todos nosotros tenemos que llegar donde Ella está.

Es también conocida por los colores “carmelitas” marrones o castaños, diseños floridos y nueve colores diferentes.
Ella es una guerrera feroz que cabalga a la guerra con Changó (comparte los relámpagos y el fuego con el) y fue en una ocasión la esposa de Ogún, y desde allí se intercambia las herramientas con el.



SUS HERRAMIENTAS:

Su receptáculo en una vasija de barro con tapa o una sopera de loza color carmelita o de varios colores. Normalmente vive seca, en algunos casos en agua de río y en otros solo se le rocía un poco de agua de río a sus otá. Sus atributos son 9 adanes (manillas) de cobre, vainas de flamboyán, Irukes (rabos de caballo), una mano de caracoles, herramientas de trabajo y de guerra, espadas, escudos, esclavas, espadas rayo, corona, pañuelos de 9 colores diferentes excepto el negro, guataca, pico, acofá, rayo, guadaña, palo, azadón, rastrillo, hacha, sable, etc. Sus Elekes son de 1 cuenta carmelita con rayas blancas y negras por cada 9 carmelitas, en algunas casa de Osha los confeccionan de cuentas lilas con rayas amarillas o alternando 9 cuentas blancas y 9 negras.

CARACTERISTICAS DE LOS HIJOS DE OYA.

Son personas reservadas, de carácter tranquilo como una brisa, pero cuando se enojan son una tempestad. Son como el viento, no les gusta estar encerrados en un lugar, lo cansan con facilidad lo cotidiano y monótono. Son en casos extremadamente fieles, pero en otros dados a las aventuras extra conyugales. En todos los casos son muy celosos.

PATAKIES DE OYA.

Hace mucho tiempo vivían en una tribu tres hermanas: Yemayá, Oshún y Oya, quienes, aunque muy pobres, eran felices. Yemayá era la mayor y mantenía a sus dos hermanas pescando en el mar. Oya era la mas pequeña y Oshun la cuidaba, mientras hacia esto también pescaba en el río y recogía piedras, las cuales vendían. Muy grande era el amor entre las tres hermanas. Un día la tribu fue invadida por tropas enemigas. Oshún no pudo escuchar los gritos de Oya, a la cual amarraba para que no se perdiera haciendo sus habituales travesuras ya que se encontraba sumergida en el río, ni tampoco la escuchó Yemayá, la cual estaba muy alejada de la costa. Así, los enemigos se llevaron a Oya como cautiva.


Oshún cuando descubrió la perdida de su hermana querida, enferma de melancolía comenzó a consumirse lentamente. Sin embargo, logró conocer cuanto pedían los enemigos por el rescate de Oya y poco a poco comenzó a guardar monedas de cobre, hasta que tuvo el dinero suficiente para rescatar a Oya. El jefe de la tribu, quien estaba perdidamente enamorado de Oshun y que conocía la pobreza de esta, duplicó el precio del rescate mientras se hacían las negociaciones. Oshún se arrodilló, lloró y suplicó, sin embargo el jefe le pidió su virginidad a cambio de la libertad de su hermana. Por el amor que profesaba a Oya, Oshún accedió. Cuando regresó a la casa con Oya, le contaron todo a Yemayá, y la hermana mayor en reconocimiento al gesto generoso de Oshún y para que Oya no olvidara jamás el sacrificio de su hermana, adornó no la cabeza de esta y sus brazos con monedas de cobre.


Mientras Oya estaba cautiva, Olofin había repartido los bienes terrenales entre los habitantes de su tribu: a Yemayá la hizo dueña absoluta de los mares, a Oshún, de los ríos; a Oggún, de los metales, y así sucesivamente. Pero como Oya no estaba presente, no le tocó nada. Oshún imploró a su padre que no la omitiera de su representación terrenal. Olofin, quedó pensativo al percatarse de la justeza de la petición y recordó que sólo quedaba un lugar sin dueño: el cementerio. Oya aceptó gustosa, y así se convirtió en ama y señora del camposanto. Es por esto que Oya tiene herramientas de cobre para mostrar su eterno agradecimiento al sacrificio de Oshún y come a la orilla del río, como recuerdo de su niñez. Moforibale Oshún, Moforibale Yemayá, Moforíbale Oya.

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