lunes, 28 de febrero de 2011

QUE ES EL ESPIRITISMO


En el año 1848, llamaron la atención en los Estados Unidos de América diversos fenómenos extraños, que consistían en ruidos, golpes y movimientos de objetos sin causa conocida. Estos fenómenos, con frecuencia, tenían lugar espontáneamente con una intensidad y persistencia singulares; pero se notó también que se producían, más particularmente, bajo la influencia de ciertas personas que se designaron con el nombre de médiums, quienes podían, hasta cierto punto, provocarlos a su voluntad, lo que permitió repetir los experimentos. Con preferencia se servían de mesas, no porque este objeto fuese mejor que otro, sino simplemente porque es móvil, más cómodo y porque podemos más fácil y naturalmente sentarnos junto a una mesa que junto a cualquier otro mueble. Se obtuvo de este modo la rotación de la mesa, después movimientos en todas direcciones, saltos, caídas, elevaciones, golpes violentos, etc. Este fenómeno fue designado, en un principio, con el nombre de mesas giratorias o danza de las mesas.


Hasta aquí el fenómeno podía explicarse perfectamente por una corriente eléctrica o magnética, o por la acción de un fluido desconocido, y ésta fue la primera opinión que se formó. No tardó en reconocerse, en estos fenómenos, efectos inteligentes de manera que los movimientos obedecían a la voluntad; la mesa se dirigía a la derecha o a la izquierda de una persona determinada, se levantaba, cuando se le mandaba, sobre una o dos patas, daba los golpes que se le pedían, marcaba el compás, etc. Quedó probado desde entonces, con evidencia, que la causa no era puramente física, y según el axioma de que si todo efecto tiene una causa, todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente, se dedujo que la causa de este fenómeno debía ser una inteligencia.


¿Cuál era su naturaleza? Esta era la cuestión. El primer pensamiento fue que podía ser un reflejo de la inteligencia del médium o de los asistentes, pero la experiencia demostró muy pronto la imposibilidad de que así fuera, porque se obtuvieron cosas completamente ajenas al pensamiento y conocimiento de las personas presentes, y hasta en contradicción con sus ideas, su voluntad y sus deseos; no podía proceder sino de un ser invisible.


El medio de cerciorarse de esto era muy sencillo: se trató de entrar en conversación con aquel ser, lo que se hizo por medio de un convenido número de golpes que significaban sí o no o designaban las letras del alfabeto, y se obtuvieron de este modo respuestas a las diferentes preguntas que se le hacían. Este fue el fenómeno que se designó con el nombre de mesas parlantes. Preguntados todos los seres que se comunicaban de este modo sobre su naturaleza, declararon ser espíritus y pertenecer al mundo invisible. Habiéndose producido los mismos efectos en un gran número de localidades, por medio de diferentes personas, y siendo observados, además, por hombres muy respetables y muy ilustrados, no era posible que fuesen juego de una ilusión.


Este fenómeno, de América, pasó a Francia y al resto de Europa, y durante algunos años, las mesas giratorias o parlantes estuvieron de moda, llegando a ser la diversión de los salones.


Luego, el fenómeno presentó un nuevo aspecto que le hizo salir del círculo de simple curiosidad.

Las comunicaciones por golpes eran lentas e incompletas; se notó que adaptando un lápiz a un objeto movible, como una cestita, tablita u otra cosa sobre la cual se apoyaban los dedos, se ponía el objeto en movimiento y trazaba caracteres. Más tarde, se reconoció que aun estos objetos no eran más que accesorios, de los cuales se podía prescindir.

La experiencia demostró que el espíritu, obrando sobre un cuerpo inerte para dirigirlo a su voluntad, podía tener acción del mismo modo sobre el brazo o la mano para conducir el lápiz. Entonces se obtuvieron médiums escribientes, esto es, personas que escribían de una manera involuntaria a impulso de los espíritus, las cuales venían a ser de este modo instrumentos e intérpretes de los espíritus.


Desde este momento, las comunicaciones no tuvieron límites y el cambio de pensamientos pudo hacerse con tanta rapidez y extensión como entre los vivos. Era, pues, un vasto campo abierto a la exploración, el descubrimiento de un nuevo mundo: el mundo de los invisibles, como el microscopio había hecho descubrir el mundo de los infinitamente pequeños. ¿Qué espíritus son éstos? ¿Qué destino tienen en el Universo? ¿Con qué fin se comunican con los mortales? Tales fueron las primeras preguntas que se trataron de resolver. Se supo muy pronto, por ellos mismos, que no son seres excepcionales en la Creación, sino las mismas almas de aquellos que han vivido en la Tierra o en otros mundos; que estas almas, después de haberse despojado de la envoltura corporal, pueblan y recorren el espacio.

No fue ya lícito ponerlo en duda cuando entre ellos se reconocieron parientes y amigos, con los cuales se pudo entablar conversación, al venir a dar pruebas de su existencia, a demostrar que sólo muere el cuerpo, que el alma o espíritu vive siempre; y nos hicieron comprender que están aquí a nuestro lado, como durante su vida, viéndonos, observándonos, rodeando solícitos a aquellos a quienes han amado y cuyo recuerdo es para ellos una dulce satisfacción.


Los golpes y los movimientos son, para los espíritus, un medio de atestiguar su
presencia y llamar sobre ellos la atención, de la misma manera que lo haría una persona para avisar que alguien llama. Los hay que no se limitan a ruidos moderados, sino que producen un alboroto semejante al de la vajilla cuando se rompe, al de las puertas cuando se abren y cierran o al de los muebles cuando son arrastrados por el suelo.


Por medio de estos golpes y movimientos convencionales han podido expresar sus pensamientos: pero la escritura ha puesto a su alcance un medio más completo, más rápido y más cómodo, y por esto la prefieren a todos los otros.

Por la misma razón que pueden formar caracteres, pueden guiar la mano para hacer trazar dibujos, escribir música, ejecutar un trozo de ella en un instrumento cualquiera; en una palabra, en defecto de su propio cuerpo, que no tienen ya, se sirven del cuerpo del médium para manifestarse a los hombres de una manera palpable.

Los espíritus pueden también manifestarse de muchas maneras, entre ellas la visión y la audición. Ciertas personas llamadas médiums auditivos tienen la facultad de oírles, y pueden así conversar con ellos; otros los ven: éstos son médiums videntes.

Los espíritus que se manifiestan a la vista se presentan generalmente bajo una forma análoga a la que habían tenido durante su vida, pero vaporosa: otras veces esta forma tiene todas las apariencias de un ser viviente, hasta el extremo de producir completa ilusión y de que a veces se les haya tomado por personas de carne y hueso, con las cuales se ha podido hablar y cambiar apretones de manos, sin saber que se trataba con los espíritus más que por su desaparición instantánea.

La vista general y permanente de los espíritus es muy rara, pero las apariciones individuales son muy frecuentes, sobre todo en el momento de la muerte. El espíritu, desprendido del cuerpo, parece que se da prisa en ir a ver a sus parientes y amigos, como para advertirles que acaba de dejar la Tierra y manifestarles que vive aún. Evoque cada uno sus recuerdos, y entonces verá cuántos hechos auténticos de este género, a los cuales no se ha hecho caso, han tenido lugar, no solamente por la noche durante el sueño, sino en pleno día y en el estado más completo de vigilia.


En otro tiempo se miraban estos hechos como sobrenaturales y maravillosos, y se atribuían a la magia y a la brujería; hoy los incrédulos los achacan a la imaginación; pero desde que la ciencia espiritista ha dado la clave de ellos, se sabe cómo se producen y que no salen del orden de los fenómenos naturales.


El Espiritismo, sin embargo, no es un descubrimiento moderno; los hechos y los principios en que descansa se pierden en la oscuridad de los tiempos, porque se encuentran sus huellas en las creencias de los pueblos, en todas las religiones, en la mayor parte de los escritos sagrados y profanos, sólo que los hechos incompletamente observados han sido interpretados con frecuencia con arreglo a las ideas supersticiosas de la ignorancia, y sin haber deducido de ellos todas las consecuencias.


En efecto, el Espiritismo está fundado en la existencia de los espíritus, pero no siendo estos más que las almas de los hombres, desde que hay hombres hay espíritus. El Espiritismo, pues, ni los ha descubierto ni inventado. Si las almas o espíritus se manifiestan a los vivos, es porque esto es natural, y desde luego han debido hacerlo en todas las épocas. Así es que de todas ellas y en todas partes se hallan pruebas de sus manifestaciones, las cuales abundan, mayormente, en los relatos bíblicos. Lo moderno es la explicación lógica de los hechos, el conocimiento más completo de la naturaleza de los espíritus, de su misión y de su modo de obrar, la revelación de nuestro estado futuro, y en fin, su constitución en cuerpo científico y doctrinario y sus diversas aplicaciones.

Los antiguos conocían el principio, los modernos conocen los detalles. En la antigüedad, el estudio de esos fenómenos era privilegio de ciertas clases, que no los revelaban más que a los iniciados en sus misterios. En la Edad Media, aquellos que se ocupaban de ellos ostensiblemente eran vistos como hechiceros y se les quemaba. Pero hoy no hay misterios para nadie, a nadie se quema, todo se hace a la luz del día, y todo el mundo está dispuesto a ilustrarse y a practicar, porque en todas partes se encuentran médiums y cada uno puede serlo, más o menos.


La doctrina que enseñan hoy los espíritus no tiene nada de nuevo; se encuentran fragmentos de ella en la mayor parte de los filósofos de la India, de Egipto y de Grecia, y completa en la enseñanza de Cristo. ¿A qué viene, pues, el Espiritismo? A confirmar con nuevos testimonios, a demostrar con hechos, verdades desconocidas o mal comprendidas, y a restablecer en su verdadero sentido aquellas que han sido mal interpretadas o voluntariamente alteradas.



Cierto es que el Espiritismo no enseña nada nuevo: ¿pero es poco probar de una manera patente e irrefutable la existencia del alma, la supervivencia al cuerpo, su individualidad después de la muerte, su inmortalidad y las penas y recompensas futuras?

Desde el punto de vista religioso, el Espiritismo tiene por base las verdades fundamentales de todas las religiones: Dios, el alma, la inmortalidad, las penas y las recompensas futuras, pero es independiente de todo culto particular. Su fin es probar la existencia del alma a los que la nieguen o dudan de ella; que sobrevive al cuerpo, y que sufre después de la muerte las consecuencias del bien o del mal que ha hecho durante la vida corporal, lo cual pertenece a todas las religiones.


Como creencia en los espíritus, pertenece a todas las religiones y forma parte de todos los pueblos, puesto que donde hay hombres hay almas o espíritus, y puesto que las manifestaciones han tenido lugar siempre, y su relato se encuentra en todas las religiones sin excepción. Se puede ser, pues, griego o romano, protestante, judío o musulmán, y creer en las manifestaciones de los espíritus, y por consiguiente, ser espírita; la prueba está en que el Espiritismo tiene adeptos en todas las sectas.


Como moral, es esencialmente cristiano, porque la que enseña no es más que el desarrollo y la aplicación de la de Cristo, la más pura de todas y cuya superioridad no es negada por nadie; prueba evidente de que es la ley de Dios, y que la moral está a disposición de todo el mundo.


Siendo independiente el Espiritismo de toda forma de culto, no prescribiendo ninguno, y no ocupándose de dogmas particulares, no es una religión especial, porque no tiene sacerdotes ni templos. A los que le preguntan si hacen bien o mal en seguir tal o cual práctica, responde: Si creéis vuestra conciencia obligada a hacerlo, hacedlo: Dios tiene siempre en cuenta la intención.

En una palabra, no se impone a nadie; no se dirige a los que, teniendo fe, están satisfechos con ella, sino a la numerosa categoría de los vacilantes e incrédulos. No los arrebata a la iglesia, puesto que moralmente se han separado de ella total o parcialmente; les hace recorrer las tres cuartas partes del camino para volver a aquélla, a la cual toca hacer lo demás.


Es verdad que el Espiritismo combate ciertas creencias, tales como las penas eternas, el fuego material del infierno, la personalidad del diablo, etc., ¿pero no es verdad que estas creencias, impuestas como absolutas, han creado en todas las etapas de la Humanidad incrédulos y los hacen aún hoy en nuestros días? Y si el Espiritismo, dando a estos y a otros dogmas una interpretación racional, conduce a la fe a aquellos que la abandonan, ¿no presta un servicio a la religión? Así es que un venerable eclesiástico decía con respecto a este asunto: "El Espiritismo hace creer algo, y vale más creer algo que nada creer del todo."


No siendo los espíritus más que las almas, no pueden negarse aquéllos sin negar éstas. Admitiendo las almas o espíritus, la cuestión, reducida a su más simple expresión, es ésta: ¿las almas de aquellos que han muerto se pueden comunicar con nosotros? El Espiritismo prueba la afirmación con hechos materiales: ¿qué prueba puede darse de que no sea posible? Si lo es, todas las negaciones del mundo no impedirán que lo sea, porque esto no es ni un sistema, ni una teoría, sino una ley de la Naturaleza, y contra las leyes de la Naturaleza es impotente la voluntad del hombre. Es, pues, preciso aceptar de buen o de mal grado las consecuencias y conformar a ellas sus creencias y sus costumbres.

miércoles, 2 de febrero de 2011

OYA YANZA (2 DE FEBRERO)


Es considerada el Oricha del río Níger, nació de Yemayá, y una de las tres esposas de Changó. Iyá mesam orun: “madre de los nueve oruns”. Es otra de las Orichas importantes en esta tierra.

Es la soberana de los vientos, la tempestad, la muerte, el remolino y las puertas del cementerio. Controla a los egúns, es decir, a los espíritus del mal que provocan perturbaciones físicas y psíquicas en las personas a las que subyugan. Tiene dominio sobre los espíritus inoportunos.

Carga el ebó (ofrenda o sacrificio animal hecho a un Oricha) en la cruz de los cementerios. Cuando se ha incorporado en sus hijos, éstos danzan con una de las manos en la cintura y con la otra extendida, con los dedos semiabiertos que oscilan para simular vientos y tempestades cuando agitan las hojas de los cocoteros, y pide su Eruke (Rabo de caballo) que con frecuencia coloca en su cabeza.


Según la leyenda, engañó a Obba Nani, la otra esposa de Changó, consiguiendo que ésta se cortara una oreja para hacerle una sopa a Chango, y así conquistarlo.

Sus colores es el rojo vino tinto, aun que se le adorne ciertas cosas con nueve colores. Sus insignias, la espada, la vaina del framboyán y el látigo de cola de caballo.

Sus comidas rituales: chiva, gallina, gallina de guinea, abará (pequeña albóndiga de caraota roja con cáscara envuelta en hoja de plátano) y unas caraotas bien guisadas con chorizo, morros y orejas de cerdo.

Su saludo ritual: Yekuajey Yanza!

Su número es el 9, el cual le da el titulo de Yansá o "Madre del Nueve", el cual ella gobierna a Egun o los muertos.

Ella representa el lapso o ligación entre los vivos y la muerte, (o ella es la muerte) y el aire que respiramos.

Es Ella que nos busca y nos lleva al cielo cuando dejemos de existir en esta tierra.

Ella es una Oricha de gran importancia, pues recuerden que mas temprano o mas tarde, todos nosotros tenemos que llegar donde Ella está.

Es también conocida por los colores “carmelitas” marrones o castaños, diseños floridos y nueve colores diferentes.
Ella es una guerrera feroz que cabalga a la guerra con Changó (comparte los relámpagos y el fuego con el) y fue en una ocasión la esposa de Ogún, y desde allí se intercambia las herramientas con el.



SUS HERRAMIENTAS:

Su receptáculo en una vasija de barro con tapa o una sopera de loza color carmelita o de varios colores. Normalmente vive seca, en algunos casos en agua de río y en otros solo se le rocía un poco de agua de río a sus otá. Sus atributos son 9 adanes (manillas) de cobre, vainas de flamboyán, Irukes (rabos de caballo), una mano de caracoles, herramientas de trabajo y de guerra, espadas, escudos, esclavas, espadas rayo, corona, pañuelos de 9 colores diferentes excepto el negro, guataca, pico, acofá, rayo, guadaña, palo, azadón, rastrillo, hacha, sable, etc. Sus Elekes son de 1 cuenta carmelita con rayas blancas y negras por cada 9 carmelitas, en algunas casa de Osha los confeccionan de cuentas lilas con rayas amarillas o alternando 9 cuentas blancas y 9 negras.

CARACTERISTICAS DE LOS HIJOS DE OYA.

Son personas reservadas, de carácter tranquilo como una brisa, pero cuando se enojan son una tempestad. Son como el viento, no les gusta estar encerrados en un lugar, lo cansan con facilidad lo cotidiano y monótono. Son en casos extremadamente fieles, pero en otros dados a las aventuras extra conyugales. En todos los casos son muy celosos.

PATAKIES DE OYA.

Hace mucho tiempo vivían en una tribu tres hermanas: Yemayá, Oshún y Oya, quienes, aunque muy pobres, eran felices. Yemayá era la mayor y mantenía a sus dos hermanas pescando en el mar. Oya era la mas pequeña y Oshun la cuidaba, mientras hacia esto también pescaba en el río y recogía piedras, las cuales vendían. Muy grande era el amor entre las tres hermanas. Un día la tribu fue invadida por tropas enemigas. Oshún no pudo escuchar los gritos de Oya, a la cual amarraba para que no se perdiera haciendo sus habituales travesuras ya que se encontraba sumergida en el río, ni tampoco la escuchó Yemayá, la cual estaba muy alejada de la costa. Así, los enemigos se llevaron a Oya como cautiva.


Oshún cuando descubrió la perdida de su hermana querida, enferma de melancolía comenzó a consumirse lentamente. Sin embargo, logró conocer cuanto pedían los enemigos por el rescate de Oya y poco a poco comenzó a guardar monedas de cobre, hasta que tuvo el dinero suficiente para rescatar a Oya. El jefe de la tribu, quien estaba perdidamente enamorado de Oshun y que conocía la pobreza de esta, duplicó el precio del rescate mientras se hacían las negociaciones. Oshún se arrodilló, lloró y suplicó, sin embargo el jefe le pidió su virginidad a cambio de la libertad de su hermana. Por el amor que profesaba a Oya, Oshún accedió. Cuando regresó a la casa con Oya, le contaron todo a Yemayá, y la hermana mayor en reconocimiento al gesto generoso de Oshún y para que Oya no olvidara jamás el sacrificio de su hermana, adornó no la cabeza de esta y sus brazos con monedas de cobre.


Mientras Oya estaba cautiva, Olofin había repartido los bienes terrenales entre los habitantes de su tribu: a Yemayá la hizo dueña absoluta de los mares, a Oshún, de los ríos; a Oggún, de los metales, y así sucesivamente. Pero como Oya no estaba presente, no le tocó nada. Oshún imploró a su padre que no la omitiera de su representación terrenal. Olofin, quedó pensativo al percatarse de la justeza de la petición y recordó que sólo quedaba un lugar sin dueño: el cementerio. Oya aceptó gustosa, y así se convirtió en ama y señora del camposanto. Es por esto que Oya tiene herramientas de cobre para mostrar su eterno agradecimiento al sacrificio de Oshún y come a la orilla del río, como recuerdo de su niñez. Moforibale Oshún, Moforibale Yemayá, Moforíbale Oya.